LEYENDA "LA CASA DE DON APOLONIO"

La casa de Don Apolonio

La casa de don Apolonio Sagastume quedó deshabitada después de que él muriera de un ataque al corazón en aquel pequeño pueblo del departamento de El Paraíso. Los parientes del fallecido señor fueron abandonando el pueblo en busca de mejores horizontes. Años más tarde, la vieja casa de don Apolonio quedó completamente abandonada y un nieto que llevaba su mismo nombre pasó a ser el propietario del inmueble. Polito, como lo llamaban los vecinos de Danlí, donde él vivía, se dedicaba a la siembra y compra y venta de café. Un día llegó a visitarlo un señor...

—Hola, me llamo Harry. Soy nicaragüense y estoy casado con una muchacha de El Paraíso. Me di cuenta de que usted es el dueño de una vieja casa. Lo que más me interesa es el terreno que ocupa para construir.
Pollito le dijo:

—Bueno, esa casa fue de mi abuelo y soy el último de sus herederos. La casa y el terreno me pertenecen, pero si le interesa, podemos tratarla. De todos modos no pienso volver a ese lugar.

El hombre llamado Harry viajó varias veces a la Ciudad de las Colinas, Danlí, hasta que formalizó el contrato para comprar la casa y su terreno. Regresó a El Paraíso y le comunicó a su esposa que ya era dueño de la propiedad que a ella le había gustado para hacer ahí su lugar de residencia. Se trataba de un pueblo típico de la zona oriental muy fresco, lleno de árboles. En otras palabras, una maravilla de la naturaleza.

Una semana más tarde llegó Harry con varios hombres que comenzaron a demoler las paredes de adobe de la vieja casona de don Apolonio. Con el correr de los días comenzó una moderna construcción. Los vecinos del lugar también trabajaron cambiando los cercos y limpiando de malezas la propiedad hasta dejar aquel sitio convertido en un paraje acogedor. Meses más tarde, donde estuvo la vieja casona se levantaba una moderna residencia.

—Estoy encantada —dijo Elena, la esposa de Harry—, este había sido mi sueño.

—Ahora es realidad —dijo Harry—. Voy a colocar esta hamaca que traje de Mayaya en el corredor.

Una vez completamente instalados hicieron una inolvidable fiesta a la que llegaron familiares de Harry desde Nicaragua y la familia y los amigos de Elena.

Mientras se celebraba la fiesta, una amiga de Elena llamada Dunia le preguntó:

—Ese señor que está en la cocina ¿es pariente de tu esposo? Se me quedó mirando bien raro. Le hablé y no me contestó. Luego se paró, se fue a la esquina y mejor me vine para acá.

Elena le dijo:

—¿Cuál señor? No hemos invitado a ninguna persona de edad avanzada. ¿Qué edad le calculas?

—Bueno, era un señor de unos 80 años de edad.

Inmediatamente, Elena buscó a su esposo para preguntarle si había invitado al mencionado anciano y su respuesta fue negativa, pero agregó:

—A lo mejor algún campesino del pueblo se metió por la cocina.

En las semanas siguientes no hubo ninguna novedad. Elena se dedicó a decorar la sala, colocó sobre su tocador una linda muñeca que le habían regalado y unos ceniceros sobre la mesita de la sala. Repentinamente, la muñeca cayó al suelo y le produjo un gran susto a la joven. Pasada la tensión volvió a colocar la muñeca en el mismo lugar.

Cuando arreglaba las cortinas de las ventanas sintió que algo golpeaba sus pies: era la muñeca, que de nuevo caía en el piso. Esta vez, la muchacha salió corriendo. Su esposo lo tomó como una crisis de nervios.

—Eso es imposible, mi amor, son tus nervios, pero aquí estoy yo y no va a suceder nada.

Por la noche, Elena se puso a cambiar la ropa de cama. Sacó las sábanas y un cobertor del dormitorio. Su marido estaba sentado en la sala leyendo el periódico y observaba a su mujer. Cuando toda la ropa de cama estaba en el pasillo, las sábanas comenzaron a moverse ellas solas. Harry, creyendo que era una broma, gritó:

—No me vas asustar, amor, ja, ja.

Ella salió del dormitorio y le preguntó:

—¿Qué te pasa, amor? No te estoy asustando.

Él la llamó, señaló la ropa y le dijo:

—Esa sábana rosada comenzó a moverse. Creí que eras tú.

No terminó la frase porque toda la ropa se movió. Ante aquella situación sobrenatural, los esposos comenzaron a orar para que la inusual energía dejara de presentarse en su hogar. Luego, ante sus asombrados ojos apareció la figura de un anciano de pantalón caqui y camisa azul. Fue cuestión de segundos. Luego desapareció.

Al día siguiente, Harry les preguntó a los vecinos sobre las personas que habían habitado la vieja casona que fue derrumbada. Le hablaron de don Apolonio y de su manera de vestir. Él llegó a la conclusión de que algo quería decirles aquel fantasma. Ese mismo día llevó a su esposa adonde su mamá en la ciudad de El Paraíso. Ahí contaron lo que les estaba sucediendo. La suegra de Harry conocía a un señor que sabía muchas cosas. Lo buscaron y él, con su sonrisa, les dijo:

—Fui amigo de Apolonio. Iremos a ver qué quiere.

Harry y don Lucas, que así se llamaba el curandero, fueron a la casa de la aldea y se instalaron adecuadamente.

—¿Así que vieron a Apolonio en este lugar? Vamos a ver qué quiere. Apolonio, soy yo, tu viejo amigo Lucas.

Ante los ojos de Harry apareció una densa neblina que cubrió el cuerpo de don Lucas y le pareció que duró una eternidad. Cuando la niebla se disipó, don Lucas estaba pálido. Harry le ayudó a mantenerse en pie.

—¿Qué pasó, don Lucas?

—Es en la cocina. Tenemos que sacar un cofre que mi amigo dejó escondido.

Fue así que procedieron a escarbar en la cocina hasta encontrar un pequeño cofre que contenía las monedas de oro. Nunca más volvieron a verse fantasmas en aquella casa.

       RECOPILADO POR:

1. ÁNGEL ANIBAL RODRÍGUEZ
2. DORIAN EMMANUEL SÁNCHEZ
3. EDWIN FRANCISCO MERLO
4. HADDIEL NAHUM CRUZ
5. ISRAEL CONRADO ESCOBAR