El Fantasma de El Paraíso
La maldición del fantasma de la quebrada
Por la
ciudad de El Paraíso, zona oriental de Honduras, pasaba una quebrada de aguas
limpias y cristalinas. Algunas mujeres iban a lavar ropa a ese lugar, llevaban
a sus hijos y eran acompañadas por sus esposos, ya que aprovechaban la ocasión
para hacer comida y disfrutar de aquel paraje encantador.
Había ahí una casa abandonada, no tenía puertas ni ventanas y los niños la utilizaban para jugar, hasta que un día sucedió algo que marcó para siempre el lugar. Se cuenta que cinco niños hijos de diferentes madres jugaban dentro de la casa cuando apareció un hombre con un machete en la mano que les gritó: “¡Váyanse de aquí! ¡Ya estoy cansado de que vengan a mi casa”.
Los niños avisaron a sus mamás de lo ocurrido y de inmediato los hombres y las mujeres que estaban en la quebrada corrieron y rodearon la casa para atrapar al que había amenazado a los pequeños, pero no encontraron a nadie, sin embargo, en una de las viejas paredes habían escrito: “¡Váyanse de aquí!”.
De ahí en adelante los hombres llegaban armados acompañando a sus esposas, se había comentado que algún gracioso del lugar les había jugado una broma porque nadie vio nada. Pasaron los días y una señora llamada Justina tendió la ropa que había lavado sobre unas piedras donde pegaba el sol, poco después le gritaba a las otras personas que ahí se encontraban:
-Hey, dejen de bromear, ¿quién puso mi ropa en las ramas de ese roble? Eso no se hace.
Unos cipotes subieron al árbol y bajaron las ropa creyendo que ahí terminaba todo, pero no fue así. Acababa de colocar la ropa doña Justina sobre las mismas piedras cuando se dio vuelta y vio con asombro que la ropa estaba llena de estiércol de vaca:
-¡Virgen Santísima! Yo me voy de aquí. Esto es cosa del diablo, ayyy... aquí están asustando.
Las otras mujeres también salieron corriendo con sus maridos, sintiendo que les lanzaban piedras desde el monte.
La noticia del fantasma corrió como pólvora y desde aquella alarmante situación la gente dejó de ir a la quebrada. Un mes después varios adolescentes que sabían de lo sucedido se armaron con rifles 22 y pistolas.
-Esas mujeres son unas escandalosas, vamos a ver si agarramos al chistoso que las asusta.
Eran las once de la mañana cuando llegaron a la casa abandonada, luego hicieron un recorrido por la quebrada y al no encontrar nada regresaron a la casa. Destaparon un litro de guaro y comenzaron a repartirse tragos, poco a poco se fueron tomando el contenido de aquella botella y medio mareados comentaban:
-Eso del fantasma son puras papadas, alguno de esos viejos venía con las mujeres aquí a hacer sus conseguidas, por eso las corrió haciéndose pasar por fantasma.
-Miren lo que escribió ahí -dijo otro- “¡Váyanse de aquí!”, ja, ja, ja, ja. Ese jodido se las sabe todas.
-Hagamos una cosa, voy a ir a poner esa botella vacía sobre aquella piedra y desde aquí la agarramos como blanco, así no venimos de balde, le podemos disparar desde esta ventana. ¿Qué dicen?
Todos aprobaron la idea, una vez colocado el blanco el mayor de los muchachos dijo:
-Ya van a ver, en el mero centro le voy a pegar.
Antes de que hiciera el disparo hubo una observación: -Hey, ¡miren sobre la pared!
Todos se pusieron nerviosos cuando vieron que alguien había escrito con sangre “¡Váyanse de aquí!”.
La sangre aún chorreaba por la pared.
Ni cuenta se dieron de a qué horas habían salido del monte, cada quien agarró para su casa y no volvieron a hablar del asunto. De nuevo el pánico reinó cuando se corrió la voz de lo sucedido en la vieja casa con los jóvenes que se atrevieron a desafiar al fantasma. Una señora nicaragüense que había llegado a El Paraíso en la temporada del corte de café puso mucha atención a lo que se comentaba en un comedor donde ella almorzaba.
La acompañaba su marido, un hombre flaco que fumaba hasta por los codos.
-¿Oíste Roger? Hay un fantasma en una casa abandonada, anda averiguá dónde queda eso y me venís a decir.
-Esta bien, Marina -dijo Roger- ya sé lo que estás pensando.
Media hora más tarde Roger y su mujer bajaban a la quebrada, eran las cinco de la tarde, los zanates y los zorzales buscaban las ramas de los árboles para pasar la noche. Al llegar a la casa la mujer llamada Marina sacó una cuerda de San Francisco, una cruz grande de madera, un rosario y agua bendita. Comenzó a rociar las paredes de agua bendita.
-Esta casa fue construida por la voluntad de Dios para que en ella vivieran los vivos y no los muertos.
Reprendo todas las maquinaciones del diablo, nunca más saldrán fantasmas, demonios o almas en pena. Si hay algo escondido en esta casa, ordeno a quien sea que lo revele.
La mujer hizo una pausa y entre sombras apareció la figura de un hombre con un machete en la mano, con una voz de ultratumba y dijo:
-Yo maté en esta casa a Justo García por robarle su dinero, dinero que está enterrado en medio de la casa.
Nunca lo disfruté porque el hijo mayor de Justo me mató el mismo día. La casa quedó abandonada y yo estoy penando por ese dinero.
Marina agarró la cuerda de San Francisco y golpeó al difunto, luego, colocando la cruz le dijo:
- Ya has sido castigado, tu alma y la de don Justo van a descansar en paz.
Cuentan los ancianos del lugar que doña Marina utilizó el dinero para celebrar misas por las almas de la víctima y del asesino. El sacerdote contó la historia en la iglesia, dijo que Dios había mandado a aquella mujer para quitar la maldición del fantasma de la quebrada.
Había ahí una casa abandonada, no tenía puertas ni ventanas y los niños la utilizaban para jugar, hasta que un día sucedió algo que marcó para siempre el lugar. Se cuenta que cinco niños hijos de diferentes madres jugaban dentro de la casa cuando apareció un hombre con un machete en la mano que les gritó: “¡Váyanse de aquí! ¡Ya estoy cansado de que vengan a mi casa”.
Los niños avisaron a sus mamás de lo ocurrido y de inmediato los hombres y las mujeres que estaban en la quebrada corrieron y rodearon la casa para atrapar al que había amenazado a los pequeños, pero no encontraron a nadie, sin embargo, en una de las viejas paredes habían escrito: “¡Váyanse de aquí!”.
De ahí en adelante los hombres llegaban armados acompañando a sus esposas, se había comentado que algún gracioso del lugar les había jugado una broma porque nadie vio nada. Pasaron los días y una señora llamada Justina tendió la ropa que había lavado sobre unas piedras donde pegaba el sol, poco después le gritaba a las otras personas que ahí se encontraban:
-Hey, dejen de bromear, ¿quién puso mi ropa en las ramas de ese roble? Eso no se hace.
Unos cipotes subieron al árbol y bajaron las ropa creyendo que ahí terminaba todo, pero no fue así. Acababa de colocar la ropa doña Justina sobre las mismas piedras cuando se dio vuelta y vio con asombro que la ropa estaba llena de estiércol de vaca:
-¡Virgen Santísima! Yo me voy de aquí. Esto es cosa del diablo, ayyy... aquí están asustando.
Las otras mujeres también salieron corriendo con sus maridos, sintiendo que les lanzaban piedras desde el monte.
La noticia del fantasma corrió como pólvora y desde aquella alarmante situación la gente dejó de ir a la quebrada. Un mes después varios adolescentes que sabían de lo sucedido se armaron con rifles 22 y pistolas.
-Esas mujeres son unas escandalosas, vamos a ver si agarramos al chistoso que las asusta.
Eran las once de la mañana cuando llegaron a la casa abandonada, luego hicieron un recorrido por la quebrada y al no encontrar nada regresaron a la casa. Destaparon un litro de guaro y comenzaron a repartirse tragos, poco a poco se fueron tomando el contenido de aquella botella y medio mareados comentaban:
-Eso del fantasma son puras papadas, alguno de esos viejos venía con las mujeres aquí a hacer sus conseguidas, por eso las corrió haciéndose pasar por fantasma.
-Miren lo que escribió ahí -dijo otro- “¡Váyanse de aquí!”, ja, ja, ja, ja. Ese jodido se las sabe todas.
-Hagamos una cosa, voy a ir a poner esa botella vacía sobre aquella piedra y desde aquí la agarramos como blanco, así no venimos de balde, le podemos disparar desde esta ventana. ¿Qué dicen?
Todos aprobaron la idea, una vez colocado el blanco el mayor de los muchachos dijo:
-Ya van a ver, en el mero centro le voy a pegar.
Antes de que hiciera el disparo hubo una observación: -Hey, ¡miren sobre la pared!
Todos se pusieron nerviosos cuando vieron que alguien había escrito con sangre “¡Váyanse de aquí!”.
La sangre aún chorreaba por la pared.
Ni cuenta se dieron de a qué horas habían salido del monte, cada quien agarró para su casa y no volvieron a hablar del asunto. De nuevo el pánico reinó cuando se corrió la voz de lo sucedido en la vieja casa con los jóvenes que se atrevieron a desafiar al fantasma. Una señora nicaragüense que había llegado a El Paraíso en la temporada del corte de café puso mucha atención a lo que se comentaba en un comedor donde ella almorzaba.
La acompañaba su marido, un hombre flaco que fumaba hasta por los codos.
-¿Oíste Roger? Hay un fantasma en una casa abandonada, anda averiguá dónde queda eso y me venís a decir.
-Esta bien, Marina -dijo Roger- ya sé lo que estás pensando.
Media hora más tarde Roger y su mujer bajaban a la quebrada, eran las cinco de la tarde, los zanates y los zorzales buscaban las ramas de los árboles para pasar la noche. Al llegar a la casa la mujer llamada Marina sacó una cuerda de San Francisco, una cruz grande de madera, un rosario y agua bendita. Comenzó a rociar las paredes de agua bendita.
-Esta casa fue construida por la voluntad de Dios para que en ella vivieran los vivos y no los muertos.
Reprendo todas las maquinaciones del diablo, nunca más saldrán fantasmas, demonios o almas en pena. Si hay algo escondido en esta casa, ordeno a quien sea que lo revele.
La mujer hizo una pausa y entre sombras apareció la figura de un hombre con un machete en la mano, con una voz de ultratumba y dijo:
-Yo maté en esta casa a Justo García por robarle su dinero, dinero que está enterrado en medio de la casa.
Nunca lo disfruté porque el hijo mayor de Justo me mató el mismo día. La casa quedó abandonada y yo estoy penando por ese dinero.
Marina agarró la cuerda de San Francisco y golpeó al difunto, luego, colocando la cruz le dijo:
- Ya has sido castigado, tu alma y la de don Justo van a descansar en paz.
Cuentan los ancianos del lugar que doña Marina utilizó el dinero para celebrar misas por las almas de la víctima y del asesino. El sacerdote contó la historia en la iglesia, dijo que Dios había mandado a aquella mujer para quitar la maldición del fantasma de la quebrada.
RECOPILADO POR:
1.
IZI ABIGAIL RODRÍGUEZ
2. XIOMARA CAROLINA PALMA
2. XIOMARA CAROLINA PALMA
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